Blog - Maytecarrasco.com

¿LA GUERRA DE QUE?

06/02/2013

Tras varios días durmiendo en el suelo, tumbada en una cama por fin en una habitación de un hotel reabierto en Gao (Malí), me pregunto qué estarán pensando los yihadistas, malhechores, traficantes y demás combatientes que se embarcaron el día 10 de enero en la conquista de Malí. A la luz de una linterna y con los ojos cerrados, me los imagino huyendo como los escorpiones del desierto una vez levantada la piedra. Correteando con su veneno entre la arena cálida del Sahel, mirando al cielo, tratando de evitar que les caiga una bomba encima. Merodean aún cerca de esta ciudad cargaditos de armas a bordo de sus pickups, buscando la oportunidad de poner una mina en el camino, lanzar un obús, como el que cayó ayer en un barrio de Gao aquí al lado. Me recuerda a Kabul. La guerra de Malí es de las más extrañas que he cubierto. Ayer grabé al ejército maliense disparando contra una montaña espectacular cerca de la ìmano de Fátimaî. Los primeros tiros que hemos podido ver o escuchar, además de explosión del obús de ayer. Es extraño lo bien que tienen controlada a la prensa internacional. El ejército francés nos ha dejado grabar un par de puestos de control y nos embarcó en un avión para cubrir en Tombuctú el sábado pasado el baño de masas del presidente Hollande. Más allá de eso, ¡que dalle!. Supongo que París no quiere imágenes de "barbudos" muertos dando la vuelta al mundo, podría tener un efecto llamada a otros tantos y no conviene. Pero manipular a la prensa para evitarlo es un atropello contra la libertad de expresión y el derecho a informar. En su favor está el miedo de los reporteros sobre el terreno a ser secuestrados. Hay minas en los caminos y nos movemos con extrema cautela, pero la verdad sea dicha: nos gustaría poder acompañar a un convoy maliense o francés, pero hasta ahora solo un selecto grupo televisiones y prensa francesa ha sido la "elegida". No queremos ser una carga y nunca hemos necesitado niñeras, ser capturados es un riesgo que corremos en otras zonas de conflicto como Afganistán o Siria. Aunque se hace cuanto menos extraño que un ejército de un país europeo impida el acceso de la prensa a las zonas de combate, como pasa aquí. Solo hemos podido entrar a las ciudades liberadas en visitas guiadas cuatro o cinco días después, con lo cual testimoniar la verdad es harto difícil. Me recuerda a los viajes organizados de Gadafi cuando aún controlaba Trípoli. Recorriendo cientos de kilómetros al día bajo un sol abrasador y por pistas imposibles, haciendo valer astucias varias, como desviarse del camino atravesando la sabana y aventurarse en el desierto esquivando los controles, cruzar el Níger escondidos en piragua, entre otras, algunos reporteros han podido llegar con cuentagotas al norte del país. Yo pude llegar a Gao 24 horas después de la liberación, donde acompañé a las milicias que iban a la caza de islamistas, la población buscaba venganza tras diez meses de estricta sharía. Los tribunales islámicos (Al Hesbah) condenaban a amputación manos y piernas en público, lapidaciones por adulterio, latigazos por fumar o escuchar música. Por no hablar de los numerosos testimonios de las violaciones de mujeres en grupo cometidas por el MNLA. La población estaba deseosa de contarlo y agradecida de nuestra presencia. Las guerras son sucias y feas, pero hay que contarlas. En el 11-S no vimos ni un solo cadáver y no lo veremos en la guerra de Malí, tan real como la amenaza de ese frente islamista formado entre otros por Al Qaeda en el Magreb Islámico, que es la principal amenaza terrorista para España. Nuestra discreta participación, acallada, apenas ha aparecido en los medios españoles, que con la excusa de la crisis no han enviado a la mayoría de los valiosos y queridos compañeros que tanto echo de menos. ¿Es una cuestión de seguridad nacional? ¿O un intento de evitar críticas al Gobierno de Rajoy en estos momentos de crisis? Este pueblo tiene derecho a contar su sufrimiento y la opinión pública derecho a saber qué esta pasando aquí.

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